Una encuentro espiritual

Muchas se personas se preguntan si tienen intuición, otras quieren desarrollarla, a  continuación, os transcribo un relato de un buen amigo mío, que está relacionado con la intuición, las percepciones psíquicas y la sensibilidad, que creo que os puede interesar:

Hace tiempo tuve la suerte de ser invitado a la casa de una buena mujer, pasé una buena tarde en compañía de aquella mujer, y la experiencia quedó tan gratamente grabada en mi memoria, que hoy quiero compartirla.

Nos encontrábamos en casa de una mujer, que había sido discípula durante toda su vida de un ser muy evolucionado, muy avanzado internamente, de un maestro espiritual, de hecho había nacido bajo su protección, y se comentaba, que la madre de esta mujer, en su juventud, había sido una mujer que conectaba con seres elevados, de diversos planos.

La casa era humilde, pero bien organizada, la voz de la mujer era suave y pausada, había una calma que se respiraba en el ambiente, que procedía seguramente del aura que emanaba la bella mujer de rostro bronceado, y a la que mi entender, los años y el contacto con su maestro, le habían otorgado la virtud de la paciencia.

El hogar de la anciana

Como de costumbre, la reunión tenía lugar alrededor de la lumbre, y nuestra anfitriona nos había obsequiado con unas pastitas, te y unos tazones de leche, acudí aquella tarde, con ganas de ver a tan adorable mujer, ya que su presencia me hacía sentir bien, tras unos minutos de silencio en los que mirábamos el fuego, uno de nuestros compañeros de tertulia se dirigió a ella, y le preguntó a la venerable anciana: ¿cómo puedo saber si estoy actuando de forma correcta, al intentar ayudar a las personas? A veces tengo dudas, no sé si actúo correctamente, a veces las situaciones son confusas para mí, pienso que les ayudo, y luego me doy cuenta de que no lo hice bien.

La mujer de cabellos blancos ensortijados, y frente serena, miró al discípulo, con aquella quietud que le caracterizaba, y con una sonrisa dulce procedió al siguiente relato:

El relato

“Hace muchos años, un día mientras volvía a casa, me encontré con mi Maestro, que se hallaba sentado bajo un árbol en un jardín cercano, y noté como me observaba desde lejos, debió percibir que un aura de tristeza se ceñía sobre mi ser, porque me preguntó ¿qué te apena hija mía? Yo le respondí: Se trata de mi hijo pequeño, de mi bebé, está enfermo, y eso me preocupa un poco, no es nada grave, lo sé, está muy resfriado, pero como es pequeño, no puedo evitar preocuparme, así somos las madres.

El Maestro sonrió y dijo: tu hijo sanará, eso no es nada, será un hombre de bien, un buen discípulo, no debe inquietarte hija mía, yo me ocuparé, me dijo, a partir de ese momento mi desasosiego desapareció.

El maestro me miró a los ojos, y con aquella bondad que le caracterizaba añadió: Pero veo, que en realidad lo que de verdad te preocupa no es tu hijo, sino tú marido, ¿qué ocurre con él?

Yo contesté: en realidad él está bien, se encuentra fuera de viaje, trabajando, y le encanta su trabajo, pero ayer cuando hablé con él por teléfono, me notó preocupada, aunque yo se lo quise ocultar, me preguntó que me pasaba y le dije: nada, sencillamente estoy un poco cansada y te echo de menos.

Él volvió a insistir: ¿Seguro que no te ocurre nada?, te noto angustiada, le respondí que no pasaba nada, pero tengo la impresión de que no me acabó de creer, y tampoco quiero que se preocupe, ya que eso podría interferir en su trabajo, que a veces requiere mucha concentración.

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El maestro se concentra

En ese momento, el Maestro se quedó en silencio durante unos instantes, parecía que estaba con la mirada perdida en el infinito, más tarde en mi interior, percibí, me di cuenta de que lo que había hecho era indagar, sondear a mi marido desde la distancia, y luego comentó: efectivamente tu marido no te ha creído, es lógico, ¿qué esperabas?, es un psíquico al igual que tú, tiene cierta sensibilidad desarrollada, y ciertas cosas no se le pueden ocultar, ¿no hubieras dudado tú en su lugar?

No te diste cuenta, de que en el mismo momento que empezaste a preocuparte por tu hijo, y pensaste “no quiero que no lo sepa, pues se preocupará”, sin tu saberlo, le transmitiste tu angustia, y eso lo puso en alerta.

Piensa mi querida niña, que cuando pretendemos ocultar algo a alguien, le estamos enviando información, solo por el hecho de pensar un instante en la persona en cuestión.

He visto que como no te creyó del todo, en su meditación ha estado buscando que pasaba, ha mirado con su mente, te ha visualizado, ha inspeccionado tus sentimientos, y ahora ya sabe que vuestro hijo, vuestro bebé está resfriado, pero ha visto que no es nada grave, eso ya no le preocupa, ya que sabe que sanará, no tiene mayor importancia, lo que ahora le inquieta es si le vas a intentar ocultar más cosas en un futuro, cuando se encuentre de viaje, para evitar que se preocupe, dado que él prefiere saber la verdad, aunque esta verdad, a veces sea un poco incomoda.

Las buenas intenciones no bastan

El Maestro me dijo: a veces hagamos lo que hagamos, con la mejor intención del mundo, no lo hacemos correctamente, como ya te habrás dado cuenta.

Si le dices que vuestro hijo está enfermo se va a preocupar, y eso puede afectarle en su trabajo, porque le va a dar vueltas a las cosas, y querrá acabar lo antes posible para poder solucionarlo, y volver a vuestro lado,  pero si no se lo dices y se lo intentas ocultar, te lo va a notar, lo va a percibir, y se va a quedar preocupado porque le has ocultado algo, y no hay nada más voluntarioso en el ser humano que la curiosidad, nunca descansa.

Además, como tu bien sabes, no hay nada que estimule más la capacidad perceptiva que la distancia, y separación de los seres que amamos, porque cuando estamos lejos de ellos, se despierta en nosotros el sentimiento de estar a su lado, con lo cual las capacidades psíquicas se estimulan, para suplir el afecto, y el cariño que recibimos cuando estamos a su lado, pensamos más en lo que se echa de menos.

La paz del maestro

Maestro, entonces ¿qué hago?, si se lo oculto mal, si se lo digo mal también, ¿qué tengo que hacer?, le pregunté yo.

El Maestro me miró con gran ternura y paciencia, y me dijo: eso te sucede porque solo estás mirando una de las caras de la moneda, imagina que fueras tú quien estuviera de viaje, y tu marido se encontrará en casa con vuestro hijo, ¿a ti te hubiera gustado que en el caso de estar tu hijo enfermo, te lo ocultara?

Cuando fui a responderle al Maestro, antes de que pudiera pronunciar una palabra con un gesto suave de su mano, me indicó que no respondiera, me hizo callar y me dijo: no me contestes, esa respuesta es para ti, queda en tu interior.

Ahora ya tienes una visión diferente, y un poco más amplia de la que tenías hasta ahora, en cierto modo te has podido poner en su lugar.

El trabajo interior y la intuición

De todos modos, esa forma de enfocarlo aún es incompleta, como llevas años meditando, contemplando la salida del sol, realizando un trabajo interior, desarrollando tu intuición,  y veo que estás preparada, te voy a enseñar un pequeño truco, añadió él, indico que me sentara a su lado, y me dijo: ahora cierra los ojos, voy a interpenetrar, a mezclar vuestros cuerpos sutiles, (el cuerpo astral y el cuerpo mental son cuerpos de naturaleza sutil), él sentirá lo que sientes tú, y tú vas a percibir su interior.

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“Durante un instante me sentí como transportada en el espacio, percibí el interior de mi marido, sus pensamientos, sus sentimientos, todo su estado de ánimo, y noté como él formaba parte de mí, como mis sentimientos eran suyos, y lo míos de él, fue una experiencia intensa, e inolvidable que nunca había experimentado antes”.

Acto seguido mi Maestro sonriendo me dijo, ahora, ya sabes lo que siente en su corazón, en su alma, lo que hay en su interior, tú has podido percibirlo.

La enseñanza

Mi Maestro añadió, ten en cuenta siempre esto:

No es acertado que actúes por lo que crees que es correcto, o incorrecto, según tu modo de ver, porque te puedes estar equivocando en los dos casos, porque quien interviene aquí es tu juicio. Como te ocurría antes, si le explicas lo que está ocurriendo se va a preocupar, pero si no se lo dices, va a percibir tu preocupación,  tu estado de ánimo, y se va a dar cuenta que le ocultas algo.

El maestro añadió, no debes actuar tampoco poniéndote en el lugar de los demás, porque eres tu quien está en su lugar, y no la persona en cuestión, y podrías equivocarte al pensar en lo que querría, o no sentir lo mismo que sentiría esa persona en determinada situación, porque como bien sabes, cada persona es diferente, cada persona siente, percibe y vive las emociones de forma diferente. 

La correcta manera de actuar, es la que abarca su interior, sintiendo su alma, percibiendo lo que su verdadero ser necesita, y actuar en consecuencia, esa es la única forma en la que no te equivocarás y podrás de verdad ayudarle”.

Con una amplia sonrisa, y una mirada que abarcaba el mundo, el maestro se despidió de mí diciéndome: nos veremos pronto junto a tu marido y tu hijo.”

En resumen

La mente, la lógica son importantes en la vida, pero hay algo que está por encima de ambas, y las supera, es el lenguaje del alma, cuando nos habla a través de la percepción y la intuición.

Debemos aprender a sentir, a sentir más y desarrollar la intuición, si queremos entender lo que hay en el corazón, y en la mente de las personas.

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